Caminaba por los escombros del Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa cuando a la distancia percibió el movimiento de una sábana. Presuroso, se acercó y corroboró que ahí estaba un bebé; no lloraba, pero su cuerpo estaba tibio y movía sus piernas y brazos.
Entonces, el policía Enrique Mauro Vera Suárez se hincó para tomar el diminuto cuerpo, lo cubrió con uno de sus brazos y salió corriendo hacia la ambulancia. Con señas y desesperación, alertó a sus compañeros del Agrupamiento 74 de la Policía Auxiliar de que en esa zona había personas atrapadas.
Vera Suárez es un hombre de 42 años, en breve cumplirá 23 dentro de la corporación donde es policía segundo y percibe un salario de 7 mil pesos mensuales. Es esposo y padre de dos jóvenes y a diario inicia su jornada a las 4:30 horas.
Ayer se alistaba en el dormitorio de su agrupamiento, junto con otros policías, cuando sintieron movimientos en el piso, las puertas y las ventanas. El reloj marcaba las 7:12 de la mañana. Algunos uniformados se asomaron y observaron a la distancia la columna de humo y las flamas. Su jefe inmediato les ordenó abordar las patrullas.
El trayecto duró menos de cinco minutos, fueron de los primeros en llegar al lugar del accidente. Vieron la pipa de Gas Express Nieto incendiada y caminaron por otro extremo. Dice que no pensaron en los riesgos, tan solo en encontrar personas entre los escombros.
“Como vimos todo derrumbado, empezamos a buscar a personas con vida; entonces, al ir caminando sobre los escombros, me percaté que había un pequeño movimiento debajo de una sábana… era un bebé, lo cogí en mis brazos y salí corriendo”, recuerda.
Esa imagen quedó plasmada en una fotografía que tomó otro policía y que la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal difundió en las redes sociales con el hashtag #PolicíaHéroe.
Sin embargo, Vera Suárez no se siente como tal, sobre todo cuando recuerda que fueron ayudados por personas civiles que formaron cadenas humanas para retirar los escombros.
“Yo le dije a mis compañeros que había más personas, que revisaran; me abrieron paso para salir de los escombros y llegar a la ambulancia, entregué el bebé a la señorita de Protección Civil y se fueron.”
Al regresar, el policía se dirigió a otro punto. Unos metros adelante escuchó la voz de una mujer: “Aquí estamos” y, efectivamente, eran dos enfermeras que tenían bajo su responsabilidad el área de cuneros.
“En otro punto busqué y del otro lado había escombros; se escuchó un grito de ‘aquí estamos’ y de ahí rescatamos a ocho bebés y dos enfermeras; eran cuneros, donde están las incubadoras; uno de los bebés que rescatamos estaba prensado entre la losa y una máquina, pero estaba vivo”, describe.
El uniforme que porta el policía tiene tierra, sus botas ya no brillan y sus manos reflejan el trabajo rudo de remover tierra, bloques de cemento e instrumental del hospital.
“Al final del día, y por todo lo que uno vive, tengamos o no un trabajo, la gente está capacitada, porque México es fuerte y siempre ha demostrado que puede”, dijo. Aparentemente, el bebé rescatado falleció por traumatismo craneoencefálico severo y fractura de fémur.
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