Hace ya medio año, una decena de camionetas con 50 terroristas armados irrumpió en un pueblo del noreste de Nigeria para secuestrar a 276 adolescentes de entre 12 y 17 años, de las cuales 219 siguen desaparecidas. El tiempo y la ineficacia del ejército nigeriano hicieron caer su rastro en olvido.
Fue el 14 de abril en Chibok, una pequeña aldea del estado de Borno, el más castigado por la violencia del grupo terrorista islámico Boko Haram, la “versión” africana del extremista Estado Islámico (EI).
Ocurrió durante la noche, como todos sus ataques contra colegios-residencia. Pero esta vez, en lugar de asesinar de forma salvaje a profesores y alumnos mientras dormían —como en otras ocasiones—, decidieron capturar a las alumnas.
La primera reacción del gobierno del presidente Goodluck Jonathan y el ejército nigeriano fue la habitual: Lamentar lo sucedido, encogerse de hombros y mirar hacia otro lado. El valor de la vida en muchas partes de África es escaso, en las zonas remotas que no aportan votos es inexistente.
Nigeria es el país más poblado del continente con 170 millones de habitantes integrados en más de 200 grupos tribales y profundas diferencias económicas entre el norte y el sur, en las que los estados norteños son los que más padecen.
Pasado el primer asombro por la noticia y en un intento de contener su alcance ante la alarma de algunos gobiernos extranjeros, comenzaron los comunicados de un ejército caracterizado por una histórica falta de credibilidad.
En los cinco días posteriores al secuestro, los militares afirmaron haber liberado a 165 chicas pero la directora del centro del que fueron raptadas, el gobernador de Borno y los familiares de las menores lo desmintieron de inmediato.
La desinformación y el silencio perduraron hasta el 5 de mayo, día en el que Boko Haram reivindicó públicamente la autoría del secuestro en un video, lo que convenció a los ejecutivos de Estados Unidos y Reino Unido, entre otros, para ofrecer ayuda especializada en búsqueda y rescate.
Según el semanario Sunday Times, algunas de las alumnas que lograron escapar “narraron cómo fueron violadas todos los días que duró su cautiverio y que las amenazaron con matar a sus familias si decían una palabra crítica con Boko Haram o si se atrevían a hablar inglés”.
Aún con estas denuncias, la difusión global del secuestro no llegó hasta días después, y fue gracias a las cuentas de Twitter de algunos personajes famosos, que propiciaron una movilización digital en favor de la liberación bajo la etiqueta BringBackOurGirls (Traigan de regreso a nuestras chicas).
La primera dama de EU, Michelle Obama, el cantante Justin Timberlake y los actores Sean Penn, Ashton Kutcher o Jessica Biel se fotografiaron con éste y otros carteles como Real men don’t buy girls (Los hombres de verdad no compran niñas), y la red social respondió en masa a su propuesta.
La campaña alcanzó un éxito enorme, pero pronto se diluyó hasta convertirse en un leve eco digital apenas audible hoy en día.
Según los datos de Google, BringBackOursGirls registró millones de búsquedas durante mayo, descendió hasta un porcentaje imperceptible en junio y cayó a cero en septiembre.
La intensidad de la ayuda militar internacional, liderada por EU, y su firme convencimiento de resultados también naufragó progresivamente.
El gobierno del presidente Barack Obama envió sus famosos drones (aviones no tripulados), desplazó a decenas de expertos, cedió cámaras capaces de captar movimiento en la selva y enfocó sus radares de rastreo a Nigeria, el Chad y Camerún. El resultado de este gran despliegue se desconoce o ha sido nulo, como la mayoría teme.
La realidad es mucho más compleja que una película de aparatos espía, y encontrar a más de 200 niñas en un entorno socio geográfico como el de los citados países con una búsqueda que comenzó tres semanas después de la desaparición, parece una meta improbable.
La última noticia que se tiene de ellas es otro error: El vocero del ejército nigeriano, Chris Olukolade, afirmó el 23 de septiembre que varias chicas fueron liberadas, lo que causó emoción entre las familias. Pero, sin más explicaciones se retractó una hora después porque era información irreal. Ineficacia, desconcierto y vuelta al olvido.
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