El matrimonio servil, que es una forma de trata humana como la mendicidad ajena, venta de órganos, explotación sexual y laboral, está siendo promovido mediante las redes sociales por parte de norteamericanos para “enganchar” a las jóvenes latinas.
Así lo afirmó Marcela Loaiza, víctima de trata con fines sexuales, escritora, activista y colaborada de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra la Droga y el Delito, durante su reciente visita a la Universidad Iberoamericana Tijuana.
“Desafortunadamente ahora, por medio de las redes sociales, se están atrapando las niñas para el matrimonio servil. Esto no ha salido público y seguramente no va a salir público, pero ahora los americanos se están llevando a las jóvenes latinas para Estados Unidos, se casan con ellas, les dan la residencia, tienen hijos y les quitan sus hijos. Están utilizando para venta de niños, están rentando sus vientres. Esto no va a salir público, pero es lo que está pasando”, destacó en la sesión de preguntas y respuestas posterior a su conferencia “Con la trata no hay trato”.
La mujer que fue víctima de trata en Japón durante 18 meses por parte de la Mafia Japonesa, sólo recomendó a ciudadanos comunes brindar el número de línea de ayuda a mujeres de la Zona Norte que pudieran estar siendo víctimas de trata, “porque más sería muy riesgoso”.
Sostuvo que la gente mezcla la trata con el narcotráfico y delitos que nada tiene qué ver, cuando es el desconocimiento de los delitos y la falta de educación lo que vuelve a los jóvenes vulnerables.
La víctima cree que no hay otras opciones porque tiene el cerebro lavado, dijo, al narrar cómo por la desesperación de no tener 500 dólares para sacar a su hija del hospital se convirtió en víctima de trata, al dejarse engañar por un hombre que la enganchó para exportarla como mercancía sexual.
La trata de personas puede llegar a cualquier ser humano, refirió al recordar que tras ser madre soltera de una niña enferma a los 16 años, trabajaba doble turno en un supermercado pero, su sueño era ser bailarina profesional, por lo que también entretenía a gente con la danza en una discoteca.
Cuando tenía 21 años, un “casatalentos” le dijo que podía ayudarla a ser famosa; fue la misma persona que le dio los 500 dólares que necesitaba para pagar el hospital donde estaba internada su hija, los recibió a cambio de que no le dijera a nadie que iba a trabajar con él.
Viajó a Japón para cambiar de vida, mejorar el estatus social y despedirse de la pobreza. Estaba feliz por ir en un vuelo internacional hasta que le dijeron que a lo que se dedicaría no era a bailar sino a sostener relaciones sexuales con japoneses ahora que su deuda ascendía a 50 mil dólares.
En esos 18 meses vivió todas las modalidades de explotación sexual: calles, teatros, masajes y sobrevivió a una redada de la mafia china que mata prostitutas en la pelea por el territorio.
Cada 10 días era cambiada de sitio y a diario tenía que atender entre 15 y 20 hombres. Uno le dejó dos costillas rotas y el rostro desfigurado, casi la mata y dos semanas después tuvo que regresar a trabajar.
Un cliente le ayudó a escapar y aún sintiéndose prostituta en lugar de víctima de trata de personas fue a la embajada colombiana, donde la ayudaron a regresar a Colombia, pero no tuvo apoyo a pesar de que el consulado se la había ofrecido.
Regresó a la prostitución por su cuenta durante dos años, recibió ayuda psicológica y se retiró de esa forma de vida de la que ahora se sabe víctima y ayuda a otras a no caer en ella.
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