La NASA contempla seriamente la posibilidad de realizar un aterrizaje en Marte en 2026, respaldada por una asignación presupuestaria de mil millones de dólares incluida en la propuesta fiscal del gobierno federal presentada por la Administración Trump.
La información fue confirmada este miércoles a la agencia EFE por un portavoz oficial de la agencia espacial estadounidense.
“Estamos evaluando todas las oportunidades, incluyendo las ventanas de lanzamiento en 2026 y 2028, para probar tecnologías que permitan el aterrizaje humano en Marte”, indicó el portavoz en una declaración escrita, subrayando así una de las ambiciones más emblemáticas de la exploración espacial contemporánea.
El presupuesto presidencial para el año fiscal 2026 revela un giro significativo en las prioridades de la NASA, enfocando sus esfuerzos en la exploración humana de la Luna y Marte, mientras se da por concluido el retorno de muestras marcianas por razones financieras. “El nuevo presupuesto… impulsará misiones y proyectos científicos prioritarios, poniendo fin a programas financieramente insostenibles, incluido el retorno de muestras de Marte”, remarcó la agencia.
Además del financiamiento destinado al planeta rojo, la propuesta contempla más de 7,000 millones de dólares para continuar con las misiones lunares, consolidando así un plan paralelo para la exploración de ambos cuerpos celestes. “La propuesta incluye inversiones para perseguir simultáneamente la exploración de la Luna y Marte, mientras se prioriza la investigación crítica en ciencia y tecnología”, explicó Janet Petro, administradora interina de la NASA.
En línea con esta nueva estrategia, la NASA también manifestó su disposición a fortalecer alianzas globales. “Agradecemos el interés de los socios internacionales en unirse a nosotros para expandir la exploración del sistema solar en beneficio de la humanidad”, agregó el portavoz, en un guiño a futuras colaboraciones con agencias espaciales de otras naciones.
Sin embargo, el nuevo enfoque también implica un reordenamiento profundo dentro de la agencia. Se contemplan recortes sustanciales, como la cancelación del Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS) y la cápsula Orion tras la misión Artemis III, así como la finalización del programa Gateway. Esta reestructuración responde a la apuesta por “sistemas comerciales de próxima generación más rentables” que aseguren la viabilidad económica de futuras misiones lunares.
En ese escenario, la empresa SpaceX, fundada en 2002 por el magnate Elon Musk, figura como actor central. Su objetivo declarado es “revolucionar la tecnología espacial mediante el desarrollo de cohetes reutilizables, con el fin de reducir los costos de los viajes espaciales y facilitar la colonización de Marte”. El liderazgo tecnológico y operativo que ha demostrado en años recientes posiciona a SpaceX como el principal aliado privado para concretar estas ambiciosas metas.
Otra de las medidas contempladas en el nuevo presupuesto es la progresiva reducción de la presencia estadounidense en la Estación Espacial Internacional (ISS), con miras a su retiro definitivo. El documento plantea “una reducción en el tamaño de la tripulación de la Estación Espacial Internacional (ISS) y una disminución en las actividades de investigación a bordo, preparando el camino para su desmantelamiento seguro y su reemplazo por estaciones espaciales comerciales para el año 2030”.
Este proceso de transición hacia un modelo espacial más flexible, impulsado por el sector privado, marca un cambio de paradigma que podría redefinir el papel de la NASA en la próxima década. Lejos de los megaproyectos dependientes exclusivamente del financiamiento público, la agencia busca convertirse en un ente catalizador, que fomente el desarrollo de tecnologías espaciales sostenibles, escalables y con impacto global.
Más allá de los avances técnicos, el plan responde también a un contexto de competencia internacional. La NASA tiene como meta regresar a la Luna antes que China y posicionar a Estados Unidos como el primer país en llevar un ser humano a Marte. La carrera espacial del siglo XXI se redefine con nuevos protagonistas y nuevas reglas, donde la colaboración público-privada, la rentabilidad y la velocidad de innovación son tan importantes como la bandera que ondea en la superficie de otro mundo.
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