Por: Mtra. Argelia Covarrubias León Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica. Especialidad en Lingüística con dos maestrías en Educación.
No es posible analizar la literatura moderna sin hablar de este extraordinario escritor, considerado como una de las figuras más significativas de las dos épocas donde ubicamos su obra: el expresionismo y el surrealismo.
Nacido en Praga un 3 de julio de 1883, en aquel tiempo, una ciudad que pertenecía al Imperio Austro-húngaro y el ambiente cambiante, opresor, sin futuro favorable que se vivía, influyó mucho en el carácter y en la literatura de este autor único y prácticamente sin comparación, ni antes, ni después de su aparición en el escenario literario.
Según los preceptos de la época, consideramos a Kafka un escritor judíocheco, y esta situación racial también influyó en su forma de escribir, tan desgarradora, tan sincera y tan sosegada. Una narrativa llena de parábolas, situaciones turbadoras y con una inagotable riqueza simbólica, han llegado hasta nuestros días, reconociendo que la obra escrita en alemán por este brillante escritor se adelantó a la opresión y a la angustia del siglo XX.
El pesimismo y la poca posibilidad de una utopía, en otras épocas considerada como una pronta realidad. Porque hoy, este escritor tendría muchos “likes” y sería lo que se considera un ïnfluencer” ya que los temas que tocaba llegaban a una sociedad expectante, deprimida, que vivía bajo un yugo opresor y que poco se hacía responsable de su propia existencia ¿les parece conocida la situación? Obvio sería más famoso y tendría muchos seguidores por las condiciones en las que expondría casi de forma inmediata sus lúgubres pensamientos, tan llenos de luz.
Parece una contradicción, pero en su obra nos presenta de una manera muy cruda, la condición del ser humano que busca siempre aparentar, sobresalir sin mediar las consecuencias de ello. Hoy la gente se asusta del “hate” o de lo viral que se pueden hacer por situaciones triviales, pero jamás consideran que ellos fueron los causantes de lo mismo. Eso es lo que criticaba Kafka en su obra. Temas muy actuales en una época que parece lejana, pero compartimos el pesimismo y la poca confianza en la humanidad.
Decimos que su obra está escrita en alemán, porque al nacer en el seno de una familia de comerciantes judíos, meramente burgueses, Kafka, se formó en el ambiente cultural alemán, que su padre, llamado Hermann, tanto admiraba y que pudo enseñarles a sus hijos gracias a una cómoda posición social y económica, obtenida a un matrimonio muy ventajoso como se estilaba en la época y pudo pagarle a su primer hijo, uno de los más prestigiosos colegios alemanes de Praga. Al concluir lo que sería el equivalente a la prepa, entró a estudiar derecho, carrera que su familia lo obligó a cursar y por la cual no tenía el menor interés, pero obtuvo el doctorado en derecho en 1906.
Para Kafka, su padre siempre fue una figura dominante, que lo alteraba o lo hacía sentir incómodo, mucho de esta relación tiránica está presente en su obra. Su padre representaba una dualidad, lo respetaba, sí, le temía también, pero a la vez lo agobiaba, hacía de su existencia un martirio. Lo anterior, lo podemos vislumbrar en la obra Carta al padre, escrita en 1919 y que se publicó, como casi toda su obra después de la muerte del escritor. Aquí Kafka, se desahoga, expresa sus sentimientos de inferioridad y de rechazo paterno. Descarga ese odio que no puede confesar porque sería tachado de ingrato y cruel. Su padre, jamás se enteró de esta carta.
A pesar de lo anterior, este escritor vivió toda la vida en la casa familiar, era una forma de sentirse protegido de todo lo malo y negativo que veía en la vida, en la realidad. Él era temeroso, tímido, introvertido, los pocos amigos que hizo fueron para toda la vida. Estas amistades las hizo en su época de universitario, años que le dieron el tiempo para disfrutar lo que le gustaba: la filosofía, la literatura, que lo alejaba más de la carrera que habían elegido para él. Leyó a numerosos autores y conoció al que sería su amigo hasta la muerte, el escritor y crítico literario Max Brod, que, con su personalidad enérgica y activa, totalmente opuesta a la de Kafka, mitigó su soledad y su marcada tendencia al aislamiento.
Hoy Kafka, se reduce a un círculo, a un público muy pequeño, muy reducido. Lo leen en universidades, en círculos de lectura, en las pocas clases de filosofía que se siguen impartiendo en educación media superior. Y es cuando más necesita de su crítica alternativa, de su ojo malévolo que descubre las pasiones humanas, es este el tiempo de que se vea a una sociedad dominada por los espejismos y las poses, como lo que es en realidad, un momento de hacer “delete” y empezar a construir una sociedad más respetuosa e inclusiva para todos.
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