La empresa anunció la suspensión de la comercialización en Estados Unidos de sus diésel de cuatro cilindros de las marcas VW y Audi, que representaban el 23 por ciento de sus ventas en ese mercado.
Unos 20 millones millones de euros de la capitalización bursátil del grupo se esfumaron ayer lunes, horas después de la apertura de los mercados.
Desastre», «Hecatombe»… la prensa alemana buscaba las palabras para describir el golpe asestado, para colmo de males durante el Salón del Automóvil de Fráncfort, a una empresa que es un orgullo nacional, líder mundial de ventas en el primer semestre del año.
Más allá de la imagen del grupo, el escándalo ya tuvo consecuencias económicas: Volkswagen anunció este martes que ha provisionado 6 mil 500 millones de euros en el tercer trimestre y que revisará el objetivo de beneficio para este año.
Sus acciones suman este martes una nueva caída de más del 15 por ciento tras el desplome del 18.6 que vivieron el lunes ante la posibilidad de una sanción multimillonaria.
El caso, sacado a la luz por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA), «tendrá consecuencias financieras considerables para el grupo, que aún no se pueden calcular», sin contar el perjuicio para «la imagen y la credibilidad de Volkswagen en todo el mundo», dijo el analista del sector automovilístico Ferdinand Dudenhöffer.
Según las autoridades estadunidenses, 482 mil vehículos de las marcas Volkswagen y Audi fabricados entre 2009 y 2015 y vendidos en Estados Unidos fueron equipados con un sofisticado software que permitía reducir sus emisiones contaminantes al ser sometidos a un test de polución.
Gracias a ese fraude ambiental, los vehículos obtenían una certificación ecológica.
Este lunes, Estados Unidos decidió que vehículos de otros fabricantes, que no especificó, sean revisados para saber si también cuentan con programas de ese tipo.
La artimaña informática podría costarle al grupo 18 mil millones de euros en multas y miles de millones más vinculados al retiro del mercado de los vehículos afectados, sin contar las indemnizaciones a clientes defraudados.
Las sospechas, además, podrían extenderse en el sector.
El gobierno alemán pidió a las automotrices que demuestren la veracidad de sus datos de emisiones contaminantes, a fin de «investigar si hubo manipulaciones similares en Alemania o en Europa».
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