Las llamadas telefónicas y las octavillas que usa Israel para ordenar a los palestinos de la periferia de Ciudad de Gaza que abandonen sus hogares se han quedado este miércoles sin el efecto deseado en los barrios de Shuyaiya y Zeitun. Sólo alrededor de mil de los 100 mil palestinos afectados por la orden de evacuación habían dejado ambas zonas a primera hora de la noche, según fuentes de Naciones Unidas. Su Agencia para los Refugiados Palestinos habilitó residencias en 24 colegios que pueden acoger a 35 mil desplazados dentro de la Franja. Ya hay más de 20 mil, casi todos provenientes del norte de la región, que Israel ya había ordenado evacuar el pasado fin de semana.
La fuerza aérea bombardeó la zona. Las condiciones de vida en esos barrios son precarias, pero no se llegó a producir el éxodo general que se temía tras las reiteradas amenazas de bombardeos israelíes. El Gobierno de Israel ha accedido esta noche a interrumpir los bombardeos sobre la Franja durante seis horas para permitir el reparto de ayuda humanitaria a la población atrapada por la violencia. El gesto israelí, que se llevará cabo entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde, se ha producido a petición del coordinador especial de Naciones Unidas para Oriente Próximo, Robert Serry. La prensa israelí informaba esta noche de que este alto el fuego no precisaría de ningún gesto por parte de Hamás.
Las calles de Gaza estaban desiertas desde primera hora de la mañana, cuando empezó la masiva campaña de llamadas amenazantes a los residentes de la zona. El albañil Saleh al Amrani, de 52 años, explicaba ante la barbería de su hermano que ni él ni su familia dejarán sus casas en Shuyaiya: “No nos vamos a ir”. Se siente más seguro allí que en cualquier otra parte. Su sobrino Mohamed, de 21 años, abundaba asegurando que Israel “también ha bombardeado refugios” en las últimas operaciones contra Gaza. No hay adónde ir. A ellos los llamaron al móvil. Cuando responde a la llamada, una voz robótica ordena al dueño que abandone su área de residencia “por su seguridad y la de sus familiares”.
En las octavillas que difunde Israel desde el aire se avisa al lector de que ignorar la orden lo expondrá a “peligros” tanto a él como a su familia. Ni los volantes ni las llamadas explican dónde podrían guarecerse las decenas de miles de nuevos desplazados palestinos, que no pueden dejar la Franja ni hacia Israel ni hacia Egipto, ya que ambas fronteras están cerradas. Bajo las bombas de Israel, Gaza parece más que nunca una gran cárcel para 1,8 millones de palestinos.
El mensaje de las octavillas insiste en que “pese a la iniciativa de alto el fuego” propuesta por Egipto el lunes por la noche, “Hamás y otros grupos terroristas” han seguido disparando cohetes contra Israel. Por tanto, Israel anuncia bombardeos masivos en estas zonas de Gaza.
A las cuatro de la tarde, Israel mató a cuatro niños palestinos e hirió a otros tres en un bombardeo en un muelle de la playa de Gaza que ya había sido objeto de ataques previos de aviación durante la semana pasada.
Tras bombardear un contenedor en dicho muelle, próximo a la playa del hotel Al Deira —frecuentado por la prensa internacional—, el Ejército de Israel tiró contra un grupo de niños que escapaba corriendo por la playa de la primera explosión. Murieron Mohammed Baker, de nueve años, junto a Ahed y Zakareya Baker, ambos de diez, y su primo Mohammed Baker, de once.
Hamad Baker, de trece años, que logró salvarse, contaba dos horas más tarde en el hospital Al Shifa que él, su hermano y sus primos escapaban “a toda velocidad” de la primera explosión cuando el segundo proyectil impactó en mitad del grupo de niños. Según tres testigos sin relación entre sí, ya estaban a unos 200 metros del lugar del primer impacto cuando les alcanzó de lleno la segunda explosión. Su madre, Taghrid, sentada junto a su cama de enfermo, se preguntaba “cómo los palestinos no van a clamar venganza ante estos crímenes” de Israel. “Lo único” que está logrando Israel, dijo con énfasis, “es fortalecer a Hamás y a la resistencia” para que “defiendan a la gente”. Mientras un grupo de periodistas atendía al pequeño Hamad en la terraza del Al Deira, su hermano menor Yunis lloraba en cuclillas junto a su cabeza. Su madre contaba después que siguió llorando mucho tiempo después en casa.
Con estas cuatro aumentan a 213 el número de muertes en Gaza, entre ellas las de al menos 39 niños. El martes murió el primer israelí por fuego palestino desde que empezaron los bombardeos masivos sobre Gaza.
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